(viene de aquí)
IV
Esos desplazamientos extremadamente fluidos entre diferentes registros definen una liquidez que el cine de Akerman no intenta conjurar sino promover. Cierto nomadismo, cierta falta de arraigo. Je tu il elle empieza con la voz en off de Julie: “Entonces partí”; y al final, de nuevo su voz: “Ella me dijo que debía irme a la mañana siguiente”. El viaje que realiza la cineasta de Les rendez-vous d´Anna es un destierro interminable que ni siquiera concluye al llegar de vuelta a casa. Como ese tren en el que recorre Europa presentando su film, Anna atraviesa a las personas: pasa por ellas fugazmente, se detiene un momento y luego sigue. “Uno debe vivir en algún lado”, le dice un ocasional compañero de viaje; pero Anna parece estar siempre en otra parte. También parece estar en otra parte el hombre de Le déménagement, que acaba de mudarse pero no se halla a gusto en su nuevo departamento. Está indeciso, algo no lo convence, el lugar carece de “alma”. Inquieto, camina por la habitación vacía pero no logra precisar sus medidas: a veces son 14 pasos de largo por 6 de ancho, a veces 12 por 5, a veces 13 por 5 y medio. Sabemos que estuvo enamorado de tres mujeres, vecinas suyas en su anterior departamento. Tres mujeres perfectas. Las tres eran inseparables y, al mismo tiempo, irreductibles en su singularidad. Cada una tenía sus virtudes y, alternativamente, cada una parecía la mujer ideal. ¿Con cuál quedarse? El quería a las tres por igual. Imposible compararlas, imposible decidir. Finalmente cada una se casó con un hombre distinto y el protagonista acabó solo.
Nomadismo, vacilación ante las opciones, indecisión. Falta de resolución en los personajes que es también ausencia de clausura en los films. Akerman opta siempre por la ambigüedad. Al igual que en Le déménagement, las adolescentes de J´ai faim, J´ai foid y de Portrait d´une jeune fille de la fin des années 60, à Bruxelles funcionan como una unidad de individuos complementarios; pero en estas películas, la iniciación sexual con un desconocido no supone una elección amorosa que interrumpe la relación entre las mujeres sino que afirma ese vínculo armónico como una prolongación indefinida cuyo destino queda afuera del relato. Lo singular, en Akerman, es que esa ausencia de conclusión se revela como territorio en donde es posible construir una estética. Dice su voz, en el final de Histoires d´Amerique: “Un rabino pasaba siempre por el pueblo para llegar a un bosque y allí, al pie de un árbol –siempre el mismo–, se ponía a rezar y Dios lo ayudaba. Su hijo pasó por el mismo pueblo para llegar al bosque; pero como no podía recordar cuál era el árbol, rezó al pie de cualquier árbol y Dios lo ayudó. Su nieto no conocía ni el árbol ni el bosque, así que rezó en el pueblo y Dios lo ayudó. Su bisnieto no sabía dónde estaba el árbol ni el bosque ni siquiera el pueblo; pero todavía conocía las palabras del rezo, así que rezó en su casa y Dios lo ayudó. su tataranieto no conocía ni el árbol ni el bosque ni el pueblo ni siquiera las palabras del rezo; pero todavía conocía la historia y se la contó a sus hijos, y Dios lo ayudó… A mi propia historia le faltan muchos nexos, está llena de agujeros. Y ni siquiera tengo un hijo”.
Los finales, en Akerman, son cortes abruptos que interrumpen el flujo del relato pero sin clausurarlo (como en Je tu il elle y en Toute une nuit), o son una planicie inmóvil que deriva cualquier desenlace hacia una inercia perpetua (como en Jeanne Dielman y en News from home). En ambos casos, el efecto es de suspensión. En vez de elegir un cierre que vendría a colocar las cosas en su lugar, los films se abisman y perforan su propio universo en busca de un corredor que desemboque en nuevas asociaciones y permita explorar nuevos sentidos. El relato sobre el rabino y sus descendientes intenta escenificar eso: de generación en generación, lo que se transmite es una continuidad de pérdidas. Pero si es conjunto de agujeros es el único patrimonio que se posee, es porque allí se funda la utopía del cine futuro. En este sentido, los films de Akerman no indican un final abierto sino una empecinada incompletitud.
David Oubiña, Filmología. Ensayos con el cine, Manantial, Buenos Aires, 2000