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Archivo de la etiqueta: Guillaume-en-Égypte

Chris Marker. Mosaico 1968-2004” recoge algunas piezas clave de la filmografía de uno de los autores más importantes del cine contemporáneo, aquel cuyo trabajo se define con más propiedad desde hace cincuenta años como “cine-ensayo”. La selección abarca la mayor parte de la carrera de Marker, arrancando con su famoso reportaje del año 68 sobre la marcha contra el Pentágono de Washington (LA SEXTA CARA DEL PENTÁGONO) y llegando hasta 2004 con la que por el momento es su última obra larga, la extraordinaria GATOS ENCARAMADOS: un vibrante fresco popular sobre las intensa oleada de manifestaciones que tuvo lugar en la Francia post 11-S, realizado al paso y a pie de calle, al modo característico de Marker: iluminando los hechos políticos indirectamente para hacer emeger el dibujo de una pesquisa secundaria en torno a los misteriosos graffiti de gatos sonrientes que en esas fechas iban apareciendo en las alturas de algunos inmuebles de París y el resto del Hexágono. De manera que el mosaico que presentamos tendría dos centros que son también persistentes centros temáticos en la obra del cineasta. Como el propio Chris Marker ha explicado: “me hubiera gustado vivir en una época pacífica para poderme dedicar a filmar lo que de verdad prefiero, chicas y gatos”. Por ello el primer disco se articula en torno al eje implícito y no mencionado en esa frase, la política, recogiendo obras de militancia directa como LA SEXTA CARA DEL PENTÁGONO o CASCO AZUL (un austero testimonio sobre los desastres de la Guerra de Bosnia-Herzegovina), mientras que el segundo contrasta mostrando apuntes de la serie de caprichos animalístico-musicales tan característicos en la obra Marker, como SLON TANGOOWL GETS IN YOUR EYES, perteneciente a los TRES VÍDEOS HAIKUS. Entre los dos extremos de este arco, algunas de las cimas de la filmografia de Marker y destacadamente LA EMBAJADA, una película que en fecha tan temprana como 1973 amalgamaba documental con ficción de modo extremado y sutil, subvirtiendo algunos de los procedimientos hoy habituales en el cine de “metraje encontrado”. En un emocionante texto publicado en el libro de 64 páginas que acompaña a la edición, Jean-André Fieschi incluye LA EMBAJADA dentro del selecto círculo de esas “películas marginales, descentradas, alucinatorias…” entre las que el autor también cuenta Los maestros locos de Jean Rouch, La región central de Michael Snow o Las fotos de Alix de Jean Eustache, y que él llama “talismanes”.
Características técnicas del digipack

Duración total: DVD_1: 73 min. · DVD_2: 85 min. — Tipo de DVD: DVD 5 x 2 — Formato: DVD_1: 1.33:1/ 4:3 — Zona: 2 — Sonido: Mono / Stereo 2.0 / Dolby Digital (AC3) — Idiomas: V.O. Inglés y francés — Subtítulos: Castellano — Menús: Castellano

Incluye libreto de 64 págs. con escritos de José Ángel Alcalde (“No hay utopía sin poesía”), François Maspero (“Los gatos de la libertad”), Rubén García López (“Gatos encaramados: una conspiración benévola”) y Jean-André Fieschi (“La embajada” y “¡Pulpo de mirada de seda!”).

Ilustración de cubierta del digipack: Guillaume-en-Êgypte (Chris Marker, 2007).

DVD_1                

LA SEXTA CARA DEL PENTÁGONO (La sixième face du Pentagone)

Francia · 1968 · 16 mm · color y b/n · 27 min. · Codirigida con François Reichenbach.

LA EMBAJADA (L’Ambassade)

Francia · 1973 · Super8 a 16mm · color y b/n · 20 min.

CASCO AZUL (Casque bleu)

Francia · 1995 · vídeo · color · 26 min.

DVD 2     

GATOS ENCARAMADOS (Chats perchés)

Francia · 2004 · video · color y b/n · 59 min.

TEORÍA DE CONJUNTOS (Théorie des ensembles)

Francia · 1990 · video · color · 11 min.

SLON TANGO (Slon Tango)

Francia · 1990 · video · color · 4 min.

TRES VÍDEOS HAIKUS (Trois vidéos haïku)

Petite ceinture · 1min

Chaika · 1min

Owl Gets in Your Eyes · 1min

Francia · 1994 · video · color y b/n · 3 min

E-CLIP-SE

Francia · 1999 · video · color · 8 min.

Chris Marker Mosaico en Tienda Intermedio DVD. 

(…)

Volvamos a nuestros gatos.

Hay muchos, en Marker. Aquí quiero hablar de ese —Guillaume-en-Êgypte— que se encuentra en el pliegue de las dos mitades de El último bolchevique (1993), como entreacto.

Se trata, dice el rótulo del principio, de un “Gato escuchando música”.

No es inútil indicar lo que precede al gato en esa película.

A través de la venerable figura de Alexandre Medvedkine (1900-1989), (re)descubierta por Chris Marker que distribuyó La felicidad (1934) en 1971, a través de Medvedkine caballero del Ejército Rojo como Isaac Bábel, organizador de los cine-trenes (“filmar hoy/ proyectar mañana”), Marker medita sobre la euforia de principios de los años 20 en la URSS y llega a un doble descubrimiento: el de la Revolución (de octubre) y el del montaje (cinematográfico).

Justo antes de que el gato escuche la música, esa primera euforia, la de octubre, cede su lugar a cuestiones menos apasionantes que conciernen a los “lados malos” de la vida en las Repúblicas. (¿Por qué se trabaja tan mal en los koljós? Y esta ciudad minera, ¿es de verdad la ciudad de la felicidad?)

Alexandre es de buena fe. Cree todavía (en la Revolución, en el cine, en el cine revolucionario).

Pero, ¿y la imagen de ese kulak destinado a ser fusilado por haber “robado el trigo del koljós”?

En cuanto al montaje cinematográfico (“que no es más que un caso particular del gran principio general del montaje”, como decía Eisenstein) hasta un “izquierdista del montaje” como Vertov empieza a entrever que la palabra misma “montaje” puede tener acepciones manipuladoras menos lúdicamente epistemológicas que aquellas de los hombres de la cámara…

Evocando “la parte de consciente y de inconsciente en las imágenes”, el comentario circunspecto de Marker precisa entonces: “pero mi intención era interrogar las imágenes, y aquello era el terror”.

Ahí es donde interviene la escucha del gato.

Y se trata de un gato de montaje.

Gato troceado en veinticinco fragmentos de gato discontinuo (incluso si se trata siempre del mismo gato), mientras la música íntima de Mompou se extiende durante poco menos de tres minutos imposibles de cortar por ningún lado.

Este gato no es pues el mismo animal cinematográfico (ni musical) que el elefante del plano secuencia de Slon Tango.

Es un gato fabricado, una mentira de gato (aunque sea real).

Pero, ¿oye mejor a Mompou que el elefante a Stravinski?

Quizás. Tumbado sobre un teclado donde se diría que su pata elástica quisiera ensayar algún acorde perezosamente esbozado y muy pronto abandonado, rodeado de controles y de parpadeos luminosos, habitando un espacio tecnológico en el seno del espacio musical (o al revés) este gato de cineasta dirige a veces la oreja hacia la emisión de una nota más alta (pero se trataba tal vez del ruido de una cucharilla contra la taza de té), o se estira durante un arpegio.

Este gato miente. Pero en realidad no miente. Es el huésped vagamente indiferente de una mentira (de una manipulación) que viene a servir a la verdad, de una pausa donde se des-monta y se demuestra, en entreacto, la retórica del cine (y del terror). Es una mentira que dice la verdad.

La del mentiroso.

La del montador (quien, a diferencia del gato de Kipling, no puede hacer cualquier cosa).

Duerme, gato bonito, a la sombra de la tumba de Alexandre, el último bolchevique, donde la soledad se hace música.

Fragmento de ¡PULPO DE MIRADA DE SEDA! de Jean André Fieschi, publicado en el volumen colectivo L’animal écran, Centre d’Art Contemporain Georges Pompidou, París, 1996. Incluido en Mosaico Marker. Traducción Manuel Asín.

Chris Marker en Tienda Intermedio DVD. 

Mosso Mosso (Jean Rouch como si…) de Jean André Fieschi en Tienda Intermedio DVD.

3. Este M. Chat, bien lo sabemos, llueve en realidad sobre mojado en la obra de Marker, abundante en miradas benévolas de gatos o lechuzas, y que afirma tener al fantasma del gato Guillaume-en-Égypte como constante colaborador. Hay más gatos, pues, en Gatos encaramados , y más animales, incluso en museos o carteles. Pero el rango se amplía a varios humanos: rostros singulares, femeninos casi siempre, en las calles, el metro, las manifestaciones… Muchos miran a cámara, con agrado o incomodidad, algunas de estas miradas duran un simple fotograma como la de la mujer de Guinea-Bissau en Sin sol  (1983). Gatos encaramados  tiene mucho de celebración de la presencia de aquello que simplemente agrada, que gusta ver, de la intrascendencia al más puro estilo de un Jonas Mekas, y como en él, la trascendencia específica de la propuesta radica en ello: alguien ha convertido en graffiti a un gato y su presencia en las paredes de París semeja un ritual de protección y resistencia bajo cuyo signo medra la actividad de los manifestantes, el ánimo necesario para salir de los trabajos, las casas o los colegios y exigir transformaciones en/de una realidad tenida por injusta. La alegría del gato se reencuentra en los manifestantes, toda una comunidad de rostros, gestos, cantos, movimientos, hechos y presencias intrascendentes, sin importancia, mostrando sin embargo resistencia al devenir de la historia entre cuyas líneas se insertan. No debe olvidarse la presentación del gato en la película, como figurado anfitrión de un flashmob sin contenido político evidente, una especie de ritual o acto poético. Es el mejor modo de mostrar que en las manifestaciones que muestra Marker se canta no ya cierta protesta —que también, baste comparar el trato que dispensa a las manifestaciones más derechistas— sino su actividad misma, el entusiasmo, valga decir, activista, y se afirma que lo que aquí se pone en marcha es el ejercicio mismo de eso que al menos el autor puede ver en los rostros de muchas mujeres, hombres, niños, animales, músicas, obras de arte…

Todo muy abstracto, se puede objetar (a Marker o a mí), y posiblemente con razón. Gatos encaramados  sería como uno de esos discursos vitalistas que mueven a la acción más con su defensa de la alegría que le es inherente que con la crítica a las condiciones que motivan las protestas, aunque tampoco se deje de hacer esto. Más vitalismo que política, en suma. Pudiera ser que en un tiempo donde (ciertas) ideologías y utopías han sido expulsados del campo de lo pensable o concebible, y que se postula como punto final que no admite más mejora que la reforma, que no concibe propiamente la novedad salvo como categoría útil en el campo de la propaganda, ante la consiguiente victoria de las pasiones tristes que comporta esto haya que impulsar otras vías para despertar las alegres, acudiendo con fuerza a todo aquello que sirva a tal objeto. Y también pudiera ser que tampoco estemos tan lejos del “culto” francés al concepto de acontecimiento, rodeado a veces de tantos atributos mágicos que casi se diría milagro, e hijo en buena medida de la conjunción de la progresiva lejanía del mitificado Mayo del 68 y la creciente imposibilidad de una revolución. Pero a este respecto habría de hacerse un matiz: si en buena parte del cine post-mayo 68 el acontecimiento es aquello que está detrás, en Gatos encaramados ya no es así, y si hay uno está delante. Las imágenes trucadas para parecer antiguas dan fe de que el pasado se aparece sobre todo a los ojos de Marker, el protagonista —que cumplió 80 años el 2001, en el mismo mes (julio) que la célebre contracumbre de Génova, y poco antes del comienzo de la película. Una manifestación, en realidad, busca un acontecimiento futuro: que las tropas estadounidenses se vayan de Irak, que Raffarin dimita, que se reconozcan los derechos de los sin papeles. Unas veces hay éxito, otras no.

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Fragmento de Gatos encaramados: una conspiración benévola, por Rubén García López, proximamente en Mosaico Chris Marker.